La Fiscalía insiste en que Gisèle Pelicot no dio su consentimiento en ningún momento, y describe a su exmarido, acusado de sedarla para violarla junto a otros hombres durante una década, como un hombre perverso y egocéntrico que quiso satisfacer sus deseos sin “ningún límite”.
El juicio contra Dominique Pelicot, iniciado en Francia a comienzos de septiembre, entró este lunes en su etapa final, ya que la fiscalía pidió 20 años de cárcel para el hombre acusado de drogar durante casi una década a su ahora exmujer Gisèle con el fin de violarla junto a desconocidos. También se presentó el pedido de condenas para un total de 51 acusados. Está previsto que el veredicto se conozca el 20 de diciembre.
Gisèle Pelicot sufrió violaciones a través sumisión química por su ex marido durante casi una década, quien luego permitió que distintos hombres abusaran sexualmente de ella en reiteradas ocasiones. «Veinte años es mucho tiempo. Tengas la edad que tengas, no es poco. Es a la vez mucho y demasiado poco. Demasiado poco teniendo en cuenta la gravedad de los actos cometidos y repetidos», dijo Laure Chabaud, fiscal del Tribunal de Apelación de Aviñón.
Dominique Pelicot, que reconoce las acusaciones, tomó miles de fotos y vídeos de las violaciones, documentos que se han convertido en la prueba clave para condenar a estos hombres, que en su mayoría niegan los hechos. En total, son 20.000 documentos visuales, recordó el fiscal, que ponen en evidencia la “extrema violencia de los crímenes”.
Los hechos que se juzgan se prolongaron entre julio 2011 y octubre de 2020, primero en la región parisina y más tarde en la casa a la que los Pelicot se habían mudado al jubilarse en la localidad de Mazan, cerca de Aviñón.
Durante el proceso, Gisèle Pelicot aseguró sentirse “completamente destruida” tras descubrir que fue víctima de violaciones sistemáticas durante casi una década. “No sé cómo me voy a levantar. No sé si mi vida dará para entender todo lo que me ha ocurrido”, admitió el pasado 23 de octubre. La mujer, de 71 años, ya es un auténtico símbolo para el feminismo mundial, tras decidir que este juicio fuera público “para que la vergüenza cambie de bando” y que nunca más sean las víctimas las señaladas por haber sido violadas, sino los agresores.