La multinacional decidió clausurar su fábrica de lavarropas en Fátima, despedir a 220 empleados y enfocarse únicamente en la importación. Altos costos locales, caída del consumo y competencia de productos importados marcaron el final del proyecto inaugurado en 2022.
La decisión de Whirlpool de cerrar su planta de lavarropas en el Parque Industrial de Fátima, en Pilar, marcó el final de un proyecto que había sido presentado como uno de los más ambiciosos del sector. La fábrica, inaugurada en octubre de 2022 con la expectativa de producir 300.000 unidades anuales y exportar el 70% de la producción, deja de operar apenas tres años después. La compañía, que ya había tomado una decisión similar en 2003 con el cierre de su planta de heladeras en San Luis, vuelve a enfocarse exclusivamente en importar productos.
El cierre implica el despido de 220 trabajadores, entre operarios y empleados de áreas técnicas como ingeniería y calidad. Whirlpool negocia con la Unión Obrera Metalúrgica un esquema de indemnizaciones que incluya el pago correspondiente y un plus adicional, aunque las condiciones finales aún no fueron confirmadas.
Según explicaron voceros de la empresa, dos factores resultaron decisivos: los altos costos de producción en Argentina, que volvieron inviable competir en precios con otros mercados, y la apertura económica, que generó una fuerte caída en los valores de los electrodomésticos importados. Solo en octubre, los lavarropas se vendieron un 20% más baratos que el año anterior, según datos de NielsenIQ. Además, la compañía quedó muy por debajo de los niveles de exportación previstos en el proyecto original.
Whirlpool ya había reducido su estructura en 2024 con el despido de 60 empleados debido a la pérdida de competitividad para exportar a Brasil. La presión sobre los costos fue un factor determinante también para otras empresas del sector. Desde MABE, su gerente institucional, Alejandro Iglesias, explicó que hace 15 años tenían casi la totalidad del mercado uruguayo y hoy apenas pueden exportar el 2% de su producción, afectados por la inflación en dólares, la carga impositiva y la irrupción de productos chinos.
El contexto general muestra un escenario difícil para toda la industria de línea blanca. Electrolux suspendió recientemente a 400 trabajadores en Rosario, mientras que MABE cerró su planta de Río Segundo para concentrar su producción en Luque. Desde Autosal, que fabrica Koinoor y Columbia, confirmaron despidos recientes y advirtieron que producir localmente puede costar entre 35% y 40% más que importar.
En este marco, las importaciones crecieron de manera acelerada. En octubre se importaron 130.000 heladeras, cuando el mercado solo demandó 80.000, mientras que la producción nacional fue de apenas 40.000 unidades. Para muchos actores del sector, el caso Whirlpool es un reflejo del desafío que enfrentan las empresas locales para sostener la competitividad en un mercado cada vez más abierto y dominado por el producto importado.






