El proceso del cónclave papal es un rito de siglos que garantiza la continuidad de la Iglesia Católica.
Con el fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril de 2025, se activa el protocolo para elegir a su sucesor mediante el tradicional cónclave en la Capilla Sixtina. Este proceso, instaurado con secreto absoluto desde el siglo XIII, implica aislamiento total de los cardenales, quienes deben votar de manera anónima hasta alcanzar una mayoría de dos tercios. Las papeletas se queman tras cada votación; el humo negro indica indecisión mientras que el blanco, «fumata blanca», anuncia la elección del nuevo pontífice.
El cónclave se celebrará entre 15 y 20 días después del fallecimiento del Papa, según lo estipulado por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis. Solo los cardenales menores de 80 años pueden participar en la elección. Actualmente, hay 252 cardenales, de los cuales 135 son elegibles para votar en el cónclave.
Una vez que se alcanza la mayoría necesaria, el nuevo Papa acepta la elección, elige un nombre papal y se presenta al mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro con la tradicional frase «Habemus Papam».
Este proceso, aunque rodeado de misterio y tradición, asegura la continuidad de la Iglesia Católica y la elección de un líder que guiará a millones de fieles en todo el mundo.