Más de la mitad de la población estadounidense desaprueba las redadas y deportaciones impulsadas por el exmandatario. Organizaciones de derechos humanos alertan sobre prácticas extremas.
Las políticas migratorias impulsadas por Donald Trump en su intento de volver a la Casa Blanca generaron una creciente ola de rechazo entre la ciudadanía estadounidense. Según las últimas encuestas, el 55% de la población desaprueba las deportaciones masivas y las redadas ordenadas por el exmandatario, quien volvió a poner la inmigración en el centro de su campaña.
Desde su regreso al escenario político, Trump ha retomado un discurso de mano dura contra los migrantes, prometiendo operativos a gran escala para expulsar a quienes no cuenten con residencia legal. Las medidas ya comenzaron a implementarse en algunos estados, generando protestas, denuncias judiciales y una fuerte respuesta de organizaciones humanitarias.
Diversos sectores sociales, incluidos sindicatos, iglesias y movimientos de base, han salido al cruce de estas políticas, señalando que violan derechos fundamentales y promueven el miedo en comunidades enteras. Además, se registraron denuncias por detenciones arbitrarias y separación de familias, reviviendo escenas que marcaron su anterior mandato.
El clima político se volvió cada vez más polarizado, con los sectores conservadores respaldando las medidas bajo el argumento de la “seguridad nacional” y amplios sectores progresistas calificándolas de inhumanas y discriminatorias. En algunos estados clave, la reacción ciudadana podría impactar en la contienda electoral de noviembre.
Mientras tanto, la administración de Joe Biden ha intentado marcar una diferencia, aunque con resultados mixtos. La presión por parte de los gobernadores republicanos y el debate migratorio en el Congreso mantienen el tema en el centro de la agenda pública, con consecuencias tanto internas como internacionales.
El futuro de las políticas migratorias en Estados Unidos parece depender, en gran medida, del resultado de las elecciones presidenciales. Pero la reacción social frente a las deportaciones de Trump anticipa un escenario de resistencia que podría condicionar cualquier intento de volver a imponer ese modelo.