Ambos países acordaron cesar las hostilidades mientras crecen las expectativas por una posible mesa de diálogo sobre el programa nuclear iraní.
Luego de doce días de intensos combates, Israel e Irán alcanzaron un frágil acuerdo de alto el fuego que pone fin —al menos de manera temporal— a la escalada bélica más grave en la región de Medio Oriente en los últimos años. El cese de hostilidades fue confirmado por representantes de ambos gobiernos y celebrado por líderes internacionales, aunque persisten las dudas sobre su duración y sostenibilidad.
El presidente iraní declaró públicamente que “la guerra ha terminado”, y se mostró dispuesto a abrir una instancia de diálogo con Estados Unidos sobre el programa nuclear de su país, siempre que se respeten las condiciones de soberanía y autodeterminación. El gobierno israelí, por su parte, aún no emitió señales claras respecto a esa posibilidad, aunque destacó la “efectividad militar” alcanzada durante el conflicto.
Durante las casi dos semanas de enfrentamientos, se registraron ataques aéreos, bombardeos cruzados y múltiples víctimas civiles en ambos países, lo que generó una fuerte presión de la comunidad internacional para detener las acciones bélicas. El rol de Estados Unidos, que encabezó negociaciones secretas y realizó intervenciones militares clave, fue decisivo para el desenlace.
En medio del cese del fuego, crecen los interrogantes sobre lo que ocurrirá con el programa nuclear iraní, principal punto de tensión entre Teherán y Washington. La administración de Donald Trump sostuvo que no permitirá el avance de capacidades nucleares militares en Irán, pero dejó abierta la puerta a una negociación directa “si hay voluntad de paz”.
A pesar del acuerdo alcanzado, las tensiones geopolíticas en la región se mantienen latentes. Analistas internacionales advierten que sin un compromiso diplomático firme entre las potencias involucradas, el conflicto podría reactivarse en cualquier momento. Por ahora, el mundo respira con cautela.