El triunfo de José Antonio Kast consolida un desplazamiento político hacia la extrema derecha que no se veía desde Pinochet, apoyado en el miedo a la inseguridad, un discurso antinmigrantes y promesas de ajuste económico, pese a que los indicadores estructurales del país siguen siendo de los más sólidos de la región.
La victoria de José Antonio Kast en las elecciones presidenciales chilenas representa un punto de inflexión histórico. Por primera vez desde el final de la dictadura militar, el país elige a un presidente que se declara abiertamente pinochetista y que construyó su campaña sobre un discurso ultraconservador, punitivista y antinmigrantes.
Aunque Chile mantiene indicadores económicos y de seguridad relativamente sólidos en comparación con el resto de América Latina, Kast logró capitalizar una percepción social de deterioro. El aumento de la sensación de inseguridad y el crecimiento de la inmigración irregular fueron los ejes centrales de su estrategia electoral, aun cuando los datos muestran que los delitos violentos afectan a una minoría de la población y que los migrantes indocumentados representan un porcentaje reducido de la población carcelaria.
Siguiendo una tendencia global que ya se expresó en países como Argentina, Ecuador o El Salvador, Kast se apoyó en el temor como motor político. Prometió deportaciones masivas, cierre de fronteras, recortes de derechos sociales para migrantes y una política de “mano dura” contra el crimen organizado. Estas propuestas encontraron eco en amplios sectores del electorado, preocupados por el cambio en el clima social de los últimos años.
En el plano económico, el presidente electo ofreció una agenda de fuerte ajuste fiscal, reducción del gasto público y privatizaciones, incluso de sectores estratégicos como el cobre. Su programa retoma los pilares clásicos del neoliberalismo, pese a la ausencia de experiencias exitosas recientes en la región. Estas promesas deberán enfrentarse, además, a un Congreso dividido, que limitará su margen de maniobra.
Más allá de los intentos de moderar su discurso en campaña, Kast mantiene posiciones históricas contra el aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario y la identidad de género. Su llegada al poder reabre debates que Chile parecía haber saldado en los últimos años con avances en derechos civiles y sociales.
El resultado electoral no solo expresa una alternancia política, sino también el cierre abrupto del ciclo abierto tras el estallido social de 2019. La frustración con el gobierno de Gabriel Boric y el fracaso del proceso constituyente allanaron el camino para este giro conservador, que coloca a Chile en su punto más a la derecha desde la caída de Pinochet y plantea interrogantes profundos sobre el rumbo político del país.






