El Gobierno dispuso una reorganización institucional que afecta a dos organismos clave en la preservación de la memoria sobre el terrorismo de Estado.
El Gobierno nacional oficializó una reestructuración administrativa que impacta directamente en el Archivo Nacional de la Memoria y en el Museo Sitio de la Memoria ESMA. La medida fue publicada en el Boletín Oficial y forma parte de un plan más amplio de reorganización de organismos del Estado, aunque ha generado preocupación entre organismos de derechos humanos y especialistas en políticas de memoria.
Según el nuevo esquema, ambos espacios —dedicados a la documentación, investigación y transmisión de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la última dictadura— pasarán a depender de una nueva estructura dentro del ámbito de la Secretaría de Derechos Humanos. La decisión implica una redistribución de funciones y posibles cambios en las líneas de trabajo, lo que ha despertado dudas sobre la continuidad de sus políticas históricas.
El Archivo Nacional de la Memoria y el Museo ESMA son dos instituciones emblemáticas en la construcción de la memoria colectiva y en el compromiso del Estado con la verdad y la justicia. En particular, el Museo —reconocido como Patrimonio Mundial por la UNESCO— tiene un rol central en la visibilización de los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA, uno de los principales centros clandestinos de detención del país.
Diversas voces del ámbito académico, cultural y de derechos humanos manifestaron su preocupación ante la posibilidad de un vaciamiento simbólico o funcional. Advirtieron que toda reestructuración en estas áreas debe realizarse con el mayor consenso posible, respetando los compromisos históricos asumidos por el Estado argentino en materia de memoria, verdad y justicia.
Si bien desde el Ejecutivo se insiste en que los cambios buscan “mejorar la eficiencia y la organización interna”, las dudas persisten. La continuidad de las políticas públicas de memoria dependerá, en última instancia, no solo de las estructuras formales, sino del compromiso concreto con los valores democráticos que esas instituciones representan.