La falta de turistas dejó la ocupación hotelera en apenas el 12 por ciento y encendió la preocupación de empresarios y trabajadores locales.
El invierno llegó con un duro golpe para una de las principales ciudades turísticas de la Patagonia, que enfrenta la temporada más baja de los últimos años. Con apenas un 12% de ocupación hotelera, el destino —reconocido por sus paisajes únicos y su habitual flujo de visitantes— atraviesa jornadas casi sin turistas y un movimiento que está lejos de los números esperados.
Hoteleros, gastronómicos y operadores locales describen la situación como “crítica” y aseguran que en muchos casos no logran cubrir los costos fijos. “No hay un solo turista caminando por el centro, estamos sobreviviendo con promociones y recortando personal”, lamentó el dueño de un pequeño complejo de cabañas, que expresó el sentimiento generalizado entre los comerciantes.
El fuerte impacto de la inflación, la pérdida del poder adquisitivo de las familias argentinas y el encarecimiento del transporte son algunos de los factores que explican este derrumbe de la actividad turística. A esto se suma que muchos extranjeros también optan por otros destinos, ante la falta de promociones agresivas o conectividad aérea competitiva.
Desde las cámaras empresariales locales reclaman medidas urgentes, como planes de financiación y políticas de incentivo que permitan reactivar la llegada de visitantes en el corto plazo. “El turismo es el motor de nuestra economía y sin turistas no hay trabajo ni consumo, la situación es alarmante”, advirtieron.
Mientras tanto, la ciudad vive un invierno atípico, con calles semivacías y locales comerciales que ajustan horarios o directamente cierran sus puertas algunos días para recortar gastos. La expectativa está puesta ahora en la llegada de las vacaciones de invierno, con la esperanza de que se produzca un repunte que alivie, aunque sea parcialmente, la complicada temporada.