Durante el último mes, el alza de precios en categorías básicas se intensificó, impactando el bolsillo de los consumidores.
En el transcurso del mes pasado, los precios de los alimentos registraron una nueva aceleración, con aumentos particularmente marcados en productos como azúcares y panificados. La tendencia generó alarma entre consumidores y especialistas, que advierten sobre el deterioro del poder adquisitivo.
El incremento se observa a lo largo de toda la cadena —desde materias primas hasta el precio final—, lo que dificulta que los comercios o productores mitiguen el traslado de costos. Además, factores externos como el alza internacional de materias primas y la suba de combustibles contribuyen al panorama inflacionario.
Los sectores más vulnerables son precisamente los hogares de menores ingresos, que dedican una proporción mayor de su presupuesto mensual a alimentos esenciales. En esas condiciones, cualquier variación de precios impacta con mayor fuerza en su capacidad para cubrir otras necesidades básicas.
Economistas e instituciones de consumo reclaman medidas urgentes por parte del Estado: desde controles más estrictos de los acuerdos de precios hasta políticas de contención que alivien la presión sobre los productores y los consumidores. Mientras tanto, el debate sobre subsidios, regulación y estímulo interno vuelve a escena.